Sabado, 18 de Mayo 2024
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España IA Titulo: Gaspar Llamazares: La necesidad de sumar. Texto: Este aciago año para la ciudadanía española va concluyendo. Pero la legislatura recién acaba de llegar a su ecuador. Dos años de gobierno del Partido Popular con las vidas de millones de españoles/as pendiendo de un hilo. El bienestar, una mínima estabilidad, son horizontes quiméricos. Lejanísimos: en apenas cuatro años se ha derrumbado la cobertura social de un país que se jactaba despreocupadamente, y hasta hace dos días, de un modo de vida ilimitado, desenfrenado, de una robusta economía. El blouf económico conllevó recortes; los recortes se aplicaron cebándose en los servicios y derechos de las clases medias y trabajadoras: empobreciendo a la gran mayoría; las reglas del juego han sido modificadas, han cambiado radicalmente: los derechos laborales, por ejemplo, son objeto de deseo, casi se han extinguido; sobre las rentas del trabajo se carga el esfuerzo impositivo del país; en cambio, las rentas del capital siguen aumentando, siguen viéndose beneficiadas, crecen sus beneficios y márgenes, y apenas se resienten. El gran capital ha doblado hoy su presencia en la economía española. Autónomos, pequeñas y medianas empresas, y trabajadores, deambulan en un escenario de perpetuo sin vivir económico. En esa macabra hoja de ruta, la reforma de las pensiones ocupa un lugar central: el actual Gobierno quiere descapitalizar el actual sistema de prestaciones por pensión e instaurar un sistema mixto en el que convivan pensiones públicas y complementarias, o sea, fondos privados de pensiones. Es el otoño social y económico más prolongado de la democracia española; al que se suma una crisis política e institucional sin precedentes; la deslegitimación más clara de nuestro sistema, desde el inicio del mismo, con un Gobierno falto de credibilidad, consumidos los dos grandes pilares del bipartidismo por una corrupción ósea, estructural, y el partido en el Gobierno refugiado en la trinchera inexpugnable de la propaganda, el dogmatismo retrógrado y el tufo populista de sus proclamas y medidas. La Casa Real también hace aguas, y no será su caída o revisión consecuencia del abnegado entreguismo de la democracia española a su causa: es su anacrónico funcionamiento, lo injusto de su figura y el símbolo de la desigualdad y de la casta que suponen. El debate republicano es más acuciante que nunca toda vez que esta forma contrademocrática de Estado que es la Monarquía parlamentaria española, está además sospechosamente cerca, turbiamente involucrada, en asuntos poco claros. Para que las calles no exploten, además, el nuevo Código Penal o las normas como las de seguridad ciudadana, amordazarán la poca capacidad de respuesta que la indignación provoca en la ciudadanía. Volvemos a un estado pre-democrático, donde se penaliza la protesta social, se criminaliza la pobreza y hasta se ceba la Ley con los enfermos mentales, mientras se permite la evasión de capitales, se prima fiscalmente el dinero negro, no se es contundente con la corrupción. Por su parte, la sociedad catalana vira, quiere respirar, y parece que se inclina por abrir la dudosa ventana del soberanismo: no es aire nuevo, está viciado; es el aire consumido de la desesperanza, ante la inacción de los partidos, las instituciones, el resto de protagonistas federales. Ante la estrategia bipolar del y tú más en la que andan instalados los dos grandes partidos, la izquierda y su principal formación política, Izquierda Unida, se mueve lentamente: las encuestas soplan a favor, su voz se oye en nuevos espacios, pero la necesidad de transformación en lo interno, y de apertura política y social en lo externo, no terminan de concretarse. En ese contexto las encuestas apuntan a la abstención como fuerza mayoritaria: el bipartidismo sufre un considerable desgaste pero no se focaliza de forma contundente la indignación y el sufrimiento económico de la sociedad. Una sociedad cada vez más indignada, también se ha convertido, ahora, en una sociedad cada vez más frustrada, y la extrema derecha aparece como posible bastión aglutinador de tanta rabia contenida. Si en Europa se consolida esa pavorosa opción, en España acecha desde un horizonte cada vez más cercano y popular.