Jueves, 02 de Mayo 2024
Cabo de Gata Center. Apartamentos Villa del Mar
España Partido Socialista Titulo: De Altea (para mi amigo Marcelino). Texto: En invierno lo bueno son las mañanas y en verano las tardes. De todas formas, los meses de octubre a junio son los mejores. Enero tiene estas calmas increíbles con el mar como un plato y un sol sin barreras: luz dorada a raudales. En verano la luz es demasiado blanca, sin calidez ninguna. Luz a lo bestia. Me gusta menos. En este Mediterráneo se disfruta del sol cuando no ofrece toda su potencia. Cuando lo hace es mejor refugiarse de él en una casa umbría o bajo un algarrobo (tapa el sol y refresca varios grados). El atardecer del invierno empieza pronto con humedad para llevarnos a la imprescindible chimenea o la lumbre de la cocina. En cambio, más tarde, cuando ya se ven bien las estrellas, la noche de enero vuelve a ser más cálida, anunciando estas mañanitas esplendorosas para un desayuno con gafas de sol y calor (si llegara un extranjero despistado creería que estamos en pleno verano). En Altea hay un microclima dicen los entendidos -no sé si muy científicos-. Lo cierto es que estamos protegidos por un collar de montañas que paran muchos vientos y muchas lluvias (a veces llueve justo detrás de la montaña del norte y no llueve aquí; y son 500 m!) y por una bahía casi perfecta…río, cañas, adelfas, romero, higueras, pinos y palmeras (importadas pero muy extendidas), almendros, naranjos, limoneros y nísperos…todo el Mediterráneo en 35km2. Y hay mucho más: los barcos de pesca con todas sus artes que no me canso de ir a ver cuando están en el puerto, la mejor forma de conocerlos a fondo cuando no se es marinero. Claro que lo suyo es salir con ellos de madrugada a pescar y beber algún caldito o a comer una fideuá (dicen que fue un invento de un marinero que olvidó llevar arroz y utilizó los fideos que había en el barco). Y una playa de piedras rodadas blancas y grises, negras, rosadas, que han sido una bendición para frenar (sólo en parte y durante unos años) la construcción destructiva de la costa. Aún con todas las barbaridades que se han hecho, a la gente no le gusta la playa de piedras, así que estamos bastante tranquilos…Y rostros, del mar y de la huerta, manos de labradores y recuerdos de toda la vida -incluso de la no vivida-. La de cualquier orilla del Mediterráneo. Mientras haya jazmín en verano y solazo matinal de enero, soy yo la que está ahí.