Domingo, 19 de Mayo 2024
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España UPEyDE Titulo: Por qué soy candidato de UPyD el 20N. Texto: Naturalmente, hay quien cree que si alguien funda un partido político o se afilia a uno, es para obtener un cargo antes o después y darse la vida padre. Quien piense de este modo está dispensado de seguir leyendo (este post va a ser un poco más largo de lo normal, así que tampoco empiece si tiene prisa). Se me ocurren bastantes planes personales mejores que el de ser diputado en la próxima legislatura, tampoco tengo ninguna necesidad del escaño para ganarme la vida (la Universidad paga poco pero te paga por hacer exactamente lo que te gusta, un privilegio), ni me atrae demasiado frecuentar a diario ese extraño club que suelen llamar la clase política (y sus satélites). Lo que precisamente quiero explicar es por qué, pese a tales prevenciones, soy candidato y muy probablemente seré diputado la noche del 20 de noviembre (con el resto del Grupo Parlamentario de UPyD, pueden apostarlo). Por descontado, espero que esa explicación sirva para recibir algún voto adicional, aunque nunca quede descartado que también pueda perder alguno, pues así son de extraños los caminos de la razón (o del Señor, para los creyentes). Los que se han molestado en informarse ya saben que unos pocos audaces fundamos Unión Progreso y Democracia en el verano de 2007. Surgió de una plataforma digital llamada Plataforma Pro nacida, a su vez, de un grupo de activista de Iniciativa Ciudadana Basta Ya, un potente y reconocido movimiento social vasco contra ETA (recibimos el 2001 el Premio Shajarov a la Libertad de Conciencia del Parlamento Europeo). Los aproximadamente 50 que decidimos probar si se daban las condiciones para fundar un partido alternativo a los envejecidos y decepcionantes PSOE y PP teníamos en común la convicción de que poco podía esperarse de esos partidos viejos en materia de lo que considerábamos más urgente: una democracia de calidad que funcionara, se tratara de acabar con ETA o de acrecentar la libertad personal y la igualdad ante la ley (lo expliqué en este libro: Movimientos Cívicos, de la calle al parlamento). Tras una gira con Juan Luis Fabo por lo ancho y largo de España, celebrando numerosas reuniones en hoteles de todo el país con centenares de miembros y simpatizantes de Plataforma Pro (que llegó a tener unos 3000 asociados, cuyas cuotas pagaron en parte la expedición), llegamos a la conclusión de que había agua en la piscina para fundar un partido enteramente nuevo de carácter inequívocamente nacional y no sólo vasco, madrileño, catalán o andaluz, como otros experimentos parecidos. Decidimos registrar el partido bautizado con el nombre de Unión Progreso y Democracia (no había muchas combinaciones disponibles, debido a una absurda disposición de la Ley de Partidos que permite registrar partidos sin actividad para impedir que otros nuevos empleen sus siglas). El partido se definió como transversal –es decir, con gente de diferentes ideas en cosas importantes (como monárquicos y republicanos, católicos y laicistas, liberales y socialdemócratas) pero con un proyecto político compartido-, laico y progresista. Algo que a día de hoy sigue desconcertando a las mentes ancladas en el concepto de ideología instrumenta de Gramsci, y en el rancio modelo bipartidista que se remonta a la alternancia Cánovas-Sagasta. Pero no podíamos hacer un partido simplón sólo para satisfacer a los partidarios de las simplezas, así que preferimos desafiar la previsible –y de inmediato comprobada- pereza intelectual de tantos expertos en política que profetizaron nuestro ineludible fracaso. Una gran proporción de los promotores de UPyD no tenían ninguna experiencia política en partidos, y muchos sólo alguna de tipo asociativo o sindical. Probablemente esta bisoñez ayudó mucho a embarcarnos en semejante empresa. El viejo dicho de Chesterton, la aventura puede ser loca pero el aventurero debe ser cuerdo, se iba a poner a prueba de manera inmediata. Y sin duda UPyD superó la prueba de la cordura en las elecciones de 2008, a pesar de los esfuerzos de bastantes en sentido contrario. No conseguimos ni un euro de crédito bancario, pero reunimos más de 300.000 de préstamos y donativos personales. Tampoco nos dio cobertura digna de mención ningún periódico, radio o tele importante, pero la popularidad previa de Rosa Díez –nuestro principal e impagable activo político y popular-, más el esfuerzo titánico de los aproximadamente 4000 afiliados que había entonces, consiguió salvar barreras que parecían insalvables y que Rosa entrara en el Congreso de los Diputados en marzo de 2008. Muchos expertos volvieron a considerarlo un hecho fortuito sin continuidad, pero volvieron a equivocarse en las elecciones europeas y vascas de 2009, y en las recientes autonómicas y municipales. Ahora pronostican que no obtendremos Grupo Parlamentario, y anuncio que volverán a equivocarse. El esfuerzo de miles de afiliados y simpatizantes volverá a superar las barreras de la Ley Electoral, como el perverso 5% (declarado ilegal en Alemania por su Tribunal Constitucional porque priva de representación parlamentaria europea a ese 5%). Por si fuera poco, esta vez tenemos 1.535.000 euros de préstamos bancarios a pesar de la crisis, un buen barómetro del cambio de perspectivas para nuestro pequeño gran partido, lo que nos permite hacer una campaña mucho más ambiciosa que la de 2008 en un país mucho más harto del bipartidismo asfixiante. Por mi parte, mi experiencia política procedía de unas cuentas fuentes disímiles: en primer lugar de Basta Ya, de la que fui uno de sus portavoces habituales desde 1999, lo que me obligó a llevar escolta policial diaria entre 2001 y 2004 –la dejé voluntariamente ese año-, además de a que la UPV-EHU suspendiera mis clases normales por temor a un atentado en la facultad, aunque seguí de director del departamento. Precisamente esa dirección de mi Departamento universitario (Filosofía de los Valores y Antropología) fue una escuela interesante de micropolítica gris, pero lo más interesante para mí es la veloz y emocionante militancia juvenil (1976-1978) en IT, un grupo de jóvenes vinculado a LCR-ETAVI, uno de los muchos partidos de extrema izquierda –trotskista en este caso- surgido en parte de las sucesivas escisiones de la primera ETA a causa, precisamente, de la posición contraria al terrorismo de algunos militantes. Los de ETA VI, como antes los de ETA IV asamblea (que fueron núcleo del MCE) y ETA Berri (importante para Comisiones obreras), dejaron la banda porque rechazaban el terrorismo pese a postular un modelo revolucionario anticapitalista. Cosa que aclaro para ilustración de las almas bellas o cínicas que, al estilo de las lapidadoras de la Vida de Brian, esperan, pedrusco en mano, para lapidarnos por exetarras arrepentidos a quienes formamos parte del abigarrado y en el fondo tan esforzado como ingenuo archipiélago de partidos de la izquierda radical de los setenta, más animados por el antifranquismo exasperado que por otra cosa. Aparte de pintadas y de organizar algún piquete, me parece que lo más peligroso que hacíamos en IT era apoyar huelgas generales que dejaban algún o varios muertos (como la de Vitoria de 1976), y escapar de las temidas redadas policiales al mejor estilo de la dictadura, con aparatoso registro domiciliario incluido y sin habeas corpus alguno en que refugiarse, seguido de detención arbitraria con malos tratos garantizados. Aquellos partidos ideológicamente alucinados eran, con el PCE, prácticamente el único antifranquismo activo de verdad –pues no incluyo en este grupo a los conspiradores de salón: liberales académicos, monárquicos, democratacristianos y similares- en la fase terminal de aquella horrorosa dictadura. Y puedo decirlo: estoy muy satisfecho de haber participado, por lo menos al final y aún adolescente, en la lucha contra Franco que tanto ignoran quienes ahora quieren explicárnosla e incluso dictar una versión oficial de lo que fue como memoria histórica. No me parece casual, sino lógico, que muchos de esos memorialistas de agravios, en muchos casos imaginarios o ajenos, sean también ahora feroces detractores de UPyD y, por supuesto, de mí como uno de sus cofundadores. Del mismo modo en que en los estertores del franquismo era posible comprometerse en algo más que en conversaciones indignadas de café o escuchas discretas de Radio París o la Pirenaica, y como mucho antes contra la nueva dictadura sangrienta de ETA en el País Vasco, también en 2007 era posible comprometerse en la regeneración democrática de un sistema que daba alarmantes signos de esclerosis, especialmente desde la reacción del último gobierno de Aznar a los atentados del 11M (sin olvidarnos de algunas desafortunadas ínfulas imperiales previas), y sobre todo con el ascenso a la Moncloa de José Luís Rodríguez Zapatero, sin duda el gobernante más inepto desde 1977. Por ejemplo, era posible fundar un partido diferente para probar a hacer algo efectivo en las instituciones, que es donde, en las democracias, se toman las decisiones que importan. Asambleas de las que votan si hay que votar y acaban obteniendo la unanimidad por el método de agotar a los disidentes ya tuvimos suficientes en la universidad de los setenta. No, el terreno elegido por UPyD desde el principio para la acción política fue el de las instituciones democráticas. Como el Congreso de los Diputados. Participar en la fundación de UPyD y comprometerme en su trabajo diario era una decisión que no podía terminar en el trabajo interno de partido, ni en mi caso ni en el de muchos otros. Poner un partido en marcha y desentenderse de su evolución es para mí absurdo. Como pretender influir en su actividad desde fuera. Una vez embarcados en esta travesía, sólo hay dos cosas que pueden apartarte de un modo éticamente aceptable la decisión de llegar hasta el final, tal como yo entiendo el fundamento ético del compromiso político. Una es el fracaso del proyecto, pero UPyD no ha fracasado, sino todo lo contrario. Otra es algún cambio drástico en la vida personal que en mi caso tampoco se ha dado. Por consiguiente, no queda otra que seguir en el camino emprendido en 2007 aceptando representar a UPyD en la campaña electoral y, si los ciudadanos nos dan su confianza, también en las instituciones. Hay algo más. Comprometerse en la acción política una parte de tu vida –pues en mi caso estuve bastante apartado de todo esto entre 1980 y 1995; volví por ETA y contra ella- es también algo que debemos a quienes se dejaron la vida para que todos tuviéramos libertad de acción y de conciencia. Esta mañana, lunes 14 de noviembre, estaré en la Audiencia Nacional asistiendo al juicio contra el presunto asesino de Joseba Pagazaurtundua, asesinado el 8 de febrero de 2003. Estaré apoyando a la familia: a mis amigas su hermana Maite y viuda Estíbaliz, a la madre de Joseba, Pilar Ruiz, a su hermano Iñaki y a sus dos hijos adolescentes. Sobre todo estaré renovando la memoria de Joseba, un amigo y asiduo compañero de Basta Ya que, probablemente, se habría incorporado a UPyD de no haber acabado un asesino con su vida aquel sábado invernal por la mañana. Esa es la opinión de Estíbaliz y de Pilar, ambas afiliadas a UPyD y habituales en nuestras listas electorales en el País Vasco. Muchas veces le han preguntado a Pilar Ruiz por su afiliación a UPyD siendo, como es, de familia socialista y republicana, y siempre responde lo mismo esta mujer admirable: soy de UPyD por Joseba, sé que el habría querido estar y yo estoy aquí en su lugar porque a él no le dejaron. Para mí, como para muchos de los que empezamos en Basta Ya y hemos terminado en una candidatura de UPyD en estas elecciones generales, esto no es literatura necrológica sino parte de nuestras vidas. Quiero estar en el Congreso de los Diputados para poder llevar allí la voz y las ideas de los que, como Joseba, no podrán nunca estar porque han sido asesinados en el camino hasta llegar aquí, y también de los millones que viven con la creciente preocupación de asistir al hundimiento de su país y de un futuro que hace sólo cuatro años se presentaba de engañoso color de rosa. Quizás la marea magenta pueda impulsar un cambio de dirección a una política extraviada en los objetivos y enredada en el mero interés de supervivencia de los partidos viejos que viven a sus expensas. El magenta, guste o no, es uno de los tres colores básicos necesarios para producir y combinar los demás colores de una sociedad polícroma propia del siglo XXI. Eso es lo que me gustaría hacer en el Congreso de los Diputados en la legislatura que elegimos el 20N, creo que debo hacerlo y por eso soy candidato. Agradecimientos: a Rosa, Juan Luis, Arantza, Fernando S. y Fernando C., con los que me metí en este lío llamado UPyD. A Paco, Elvira, Ramón, Beatriz, Antonio S., Antonio B., Nacho, Gorka, Fran, Alvaro, Sinforoso y muchos más, sin los cuales no habría sido posible seguir con este mismo lío.